El aumento del costo de la electricidad en Cuba agrava la carga económica de los hogares

En medio de una prolongada crisis económica, el gobierno cubano ha anunciado nuevas medidas dirigidas a “regular” el consumo eléctrico residencial.  

Entre las propuestas, destaca la posibilidad de aplicar tarifas diferenciadas para los hogares que superen determinados niveles de consumo, e incluso cobrar los excesos en dólares estadounidenses, una opción que ha encendido las alarmas en una sociedad donde la mayoría de los salarios se pagan en pesos cubanos. 

Aunque aún no se han oficializado todos los detalles, fuentes del sector energético indican que el objetivo es incentivar el ahorro y reducir la carga fiscal que representa el subsidio estatal a la electricidad.  

Sin embargo, para muchos cubanos, que ya enfrentan apagones de hasta catorce horas diarias en algunas provincias, la noticia no ha sido bien recibida. 

“Nos piden ahorrar, pero no tenemos ni corriente para gastar”, comenta Raúl, un residente de Holguín. “Y ahora dicen que si uno gasta más de la cuenta, hay que pagar en dólares. ¿Dónde vamos a sacar esos dólares, si todo lo que ganamos es en pesos?”, se pregunta con evidente frustración. 

Aumentos desde 2024 y una tendencia en ascenso 

La nueva propuesta se suma a los aumentos aplicados a inicios de 2024, cuando el Estado incrementó en un 25% las tarifas para quienes consumen más de 500 kilovatios hora (kWh) al mes.  

Aunque el gobierno sostiene que esta franja representa a una minoría de los consumidores residenciales, los afectados incluyen desde pequeños emprendedores hasta familias numerosas, donde el gasto energético no siempre responde al derroche, sino a la necesidad. 

En un país donde los electrodomésticos son viejos, la refrigeración es esencial debido al clima tropical, y los apagones obligan a encender los equipos cuando hay corriente sin saber por cuánto tiempo, muchos hogares no tienen margen real para “consumir menos”. 

Una factura en divisas para quienes no las reciben 

La posibilidad de que los kilovatios adicionales se cobren en moneda extranjera, según plantean las autoridades, pondría a las familias cubanas frente a un dilema: limitar aún más su ya precaria calidad de vida o buscar acceso al dólar por vías informales, donde la tasa de cambio supera los 360 CUP por unidad.  

Para quienes no reciben remesas ni tienen vínculos con el turismo o el sector privado, esto equivale a una penalización económica que simplemente no pueden asumir. 

Además del aumento, persiste la falta de transparencia sobre el suministro. Los cortes eléctricos no solo son prolongados, sino que ocurren sin previo aviso, afectando la cocción de alimentos, la conservación de medicinas y el funcionamiento de equipos esenciales. En este contexto, el encarecimiento del servicio eléctrico parece contradictorio. 

Internet: otro servicio que se aleja del ciudadano cubano común 

En paralelo, la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) anunció recientemente nuevas políticas que limitan el uso de recargas nacionales para el servicio móvil y aumentan la dependencia de recargas en divisas.  

Aunque este tema no está directamente vinculado al consumo eléctrico, forma parte de una misma tendencia: la dolarización parcial de servicios básicos en un país donde el ingreso en MLC (moneda libremente convertible) no forma parte de la vida cotidiana del ciudadano promedio. 

El acceso a internet, como el de la electricidad, se ha convertido en un privilegio que no todos pueden costear. Y mientras el discurso oficial insiste en el llamado a la “resistencia”, las condiciones materiales de la población se deterioran sin señales claras de mejoría. 

Entre la precariedad y la incertidumbre 

La combinación de apagones, alza de tarifas y posible dolarización del consumo eléctrico dibuja un panorama incierto para los hogares cubanos. Lejos de incentivar el ahorro, estas medidas podrían profundizar la desigualdad, desincentivar la actividad privada y aumentar la frustración social.  

A corto plazo, el efecto inmediato es claro: más cubanos pagando más por menos servicios, en un país donde la energía se está convirtiendo en un recurso limitado, condicionado y excluyente.