CUBANOS

Así fue como una cubana es Miss Ecuador 2025 y emocionó al país entero

El 16 de agosto de 2025, frente a la brisa del malecón de Salinas, una voz distinta se alzó con fuerza en el certamen nacional más importante del país.

Gisselle Rosales Sánchez, una joven nacida en Cuba y criada en Machala, fue coronada como Miss Ecuador 2025, tras representar con orgullo a la capital orense.

Un mes después, recibió la nacionalidad ecuatoriana mediante el Decreto Ejecutivo 130, firmado por el presidente Daniel Noboa.

Hoy, a sus 21 años, su historia no solo destaca por lo inusual: una cubana es Miss Ecuador 2025, y con ello se abre una conversación sobre migración, identidad y pertenencia que trasciende fronteras.

Nacida en Cuba, forjada en Ecuador

Gisselle llegó a Ecuador cuando tenía siete años. Lo hizo sin su madre, quien había emigrado primero por la vía legal.

«Esa es la parte difícil del tema de la migración», recuerda. Durante tres años, vivió con su abuela en Cuba, mientras su madre —que había sido notaria durante 18 años— comenzaba una vida nueva en Ecuador, haciendo trabajos que no tenían nada que ver con su formación profesional.

«Ella llegó aquí a trabajar limpiando casas, lavando platos en restaurantes. Y eso no es ninguna vergüenza. Es una labor digna y algo que me llena de orgullo, porque gracias a eso salió adelante.»

Ese pasado no es solo parte de su historia, sino el motor que la impulsa. Gisselle no olvida ni oculta sus raíces. Tampoco idealiza las dificultades. Las reconoce, las honra y las convierte en parte de su voz pública.

Cuando fue elegida Reina de Machala a los 17 años, los ataques en redes sociales le provocaron una depresión profunda. No tenía acompañamiento emocional ni herramientas para enfrentarlos.

«Tenía 17 años, no tenía el acompañamiento psicológico adecuado, ni la inteligencia emocional que tengo ahora. Ya me gradué del colegio, de la universidad… y esos comentarios negativos ahora no me duelen por mí, me duelen por quienes los hacen.»

Con el tiempo, aprendió a transformar la crítica en convicción. A fortalecerse desde el propósito. No se presenta como víctima, pero tampoco minimiza lo vivido. Y por eso su coronación, y el debate que le siguió, se sienten como un acto de justicia poética.

Reina por mérito

En la gala de Miss Ecuador 2025, transmitida en vivo desde Salinas, Gisselle deslumbró con su presencia escénica, carisma y seguridad.

A pesar de haber ganado ya tres coronas locales —Reina de Machala, Reina Provincial de El Oro y Reina Nacional de la Minería—, no esperaba llevarse el título nacional.

«Este va a ser para disfrutar, para aprender», pensó antes de subir al escenario. Incluso, tenía listos TikToks para publicar si no ganaba. Pero ocurrió lo inesperado: la cubana es Miss Ecuador 2025, y la reacción de su ciudad fue tan potente como emotiva.

«La caravana que organizaron en mi honor fue algo increíble. Me sentía una política. Como el presidente.»

Machala la celebró como hija propia. Y ella, con la naturalidad de quien se sabe parte de una comunidad, respondió con el mismo afecto. Porque no se siente extranjera. Se siente de aquí.

«Yo me siento ecuatoriana. Más machaleña que el bolón.»

El decreto

El 15 de septiembre, el presidente Daniel Noboa firmó el Decreto Ejecutivo 130, otorgándole la nacionalidad ecuatoriana por «servicios relevantes».

El anuncio se hizo público al día siguiente. El debate no se hizo esperar. Algunos sectores celebraron el reconocimiento. Otros cuestionaron si una persona nacida fuera del país debía llevar la banda nacional.

Gisselle no evitó el tema. Al contrario, habló con firmeza y humanidad.

«Nunca voy a mentir. Tengo doble nacionalidad. Pero me siento feliz de poder representar a este maravilloso país y poder retribuir lo que han hecho por mí.»

Además, defendió la migración como un acto de humanidad y superación.

«Recibir extranjeros es un acto de humanidad. Nadie deja un lugar donde está excelente. Uno siempre busca oportunidades para superarse.»

Con esas palabras, desarmó argumentos y puso sobre la mesa una verdad silenciada: que Ecuador también es un país de acogida, que la identidad se construye con actos, y que pertenecer no depende del lugar donde naciste, sino de dónde decidiste crecer.

No solo belleza

Gisselle tiene muy claro que ser reina no es solo una vitrina de belleza, sino una herramienta de impacto. Por eso dirige desde hace años una academia de formación integral en Machala, donde enseña autoestima, oratoria, etiqueta, cultura general y más. Desde niñas de cinco años hasta mujeres adultas han sido parte de su proyecto.

«Miss Ecuador es una plataforma para muchas cosas: para televisión, política, abrir un restaurante… Pero también es una experiencia de vida. Aprendí mucho durante el certamen con tantas chicas de distintas partes del país.»

Su visión del rol que asume es clara: busca promover valores, formación y servicio. Y no descarta un día entrar en la política, pero solo si puede hacerlo de forma coherente.

«Me gustaría formar parte de una política limpia, que escucha, que sirve, que construye.»

Rumbo a Japón

Como Miss Ecuador 2025, Gisselle representará al país en Miss International 2026, a celebrarse en noviembre en Japón. Tiene un año completo para prepararse, y sabe que el reto no es solo físico: se entrena en idiomas, etiqueta, oratoria, cultura general, historia y pasarela.

«Gracias a Dios tengo un año. Ese tiempo va a pasar volando entre compromisos, obra social, entrevistas, visitas, eventos… pero la preparación debe ser integral. Incluso estoy aprendiendo japonés, por respeto al país anfitrión.»

Se toma el reto con humor, pero también con responsabilidad.

«¿Prueba de talento? No tengo talento (risas). ¿Canto? Malísima. ¿Bailo? Me encanta, pero soy muy tiesa. Lo importante es disfrutarlo y transmitir confianza.»

Ecuador como hogar

Cuando le preguntan si volvería a vivir en Cuba, Gisselle no duda: «No. Y me duele decirlo, porque es mi país de nacimiento. Pero mi vida está acá. Mis amigos, mi historia, todo está acá.»

Visita a su hermana en la isla, con quien mantiene contacto constante. Es tía de Marley, una niña que aún no la conoce en persona, y con quien espera compartir momentos importantes en el futuro. Habla de ella con ternura y cercanía, como alguien que sabe lo que significa tener a la familia lejos.

Su vida cotidiana sigue siendo sencilla. Vive con su mamá, cocina, limpia, hace compras… y sí, usa ChatGPT para organizar sus listas del supermercado, como ella misma contó entre risas.

Conclusión

La historia de Gisselle Rosales no es una anécdota, es una declaración. Declara que la belleza no tiene pasaporte. Que el orgullo no se hereda, se construye. Y que representar a un país implica más que portar una banda: es tener el coraje de hablar, servir, escuchar y defender lo que se es.

Desde Cuba hasta Ecuador, de Machala al mundo. Gisselle se ha ganado el derecho a contar su historia en voz alta. Y a hacerlo sin pedir permiso.

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