Cristo de La Habana: arte, fe y patrimonio en el corazón de Cuba
El Cristo de La Habana se erige en la Loma de La Cabaña, visible desde distintos puntos de la ciudad y de la bahía. Con sus 20 metros de altura sobre un pedestal de tres y un peso aproximado de 320 toneladas, la escultura en mármol de Carrara se ha convertido en una de las postales más reconocibles de la capital cubana.
Más que un punto de referencia, es una figura cargada de historia, fe y memoria. Su mirada, sin pupilas marcadas, transmite la impresión de observar desde cualquier ángulo, un detalle que la hace única en el Caribe.
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La promesa que dio origen al Cristo de La Habana
La historia de este monumento comienza en 1957, cuando Marta Fernández, esposa del entonces presidente Fulgencio Batista, prometió levantar una estatua de Cristo si su marido sobrevivía a un atentado contra el Palacio Presidencial. Cumplida la promesa, se lanzó un concurso nacional que ganó la escultora cubana Jilma Madera.
Fue ella quien viajó a Italia y supervisó el tallado de 67 bloques de mármol en Carrara. Las piezas fueron trasladadas a Cuba y ensambladas en la cima de la colina, reforzadas con un armazón de acero interno que todavía sostiene la obra.
La estatua fue inaugurada el 25 de diciembre de 1958, apenas días antes del triunfo revolucionario de enero de 1959. Previamente había sido bendecida en Italia por el papa Pío XII, lo que reforzó su carácter espiritual y simbólico.
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Restauración y conservación del monumento
El paso del tiempo, la humedad, la salinidad del mar y los frecuentes impactos de rayos —al menos tres documentados en 1961, 1962 y 1986— deterioraron la escultura. Entre 2012 y 2013 se llevó a cabo una restauración integral: se limpió el mármol, se reforzó la estructura de acero y se instaló un nuevo sistema de iluminación.
Aunque no trascendieron cifras oficiales sobre el costo de esa intervención, especialistas cubanos han señalado que fue una de las restauraciones más complejas del patrimonio nacional. Gracias a ella, el Cristo de La Habana recuperó su esplendor y volvió a brillar tanto de día como de noche.
El Cristo de La Habana hoy
Desde 2017, el monumento está declarado Monumento Nacional de Cuba, un reconocimiento a su valor artístico, histórico y cultural. Actualmente, es un punto de peregrinación religiosa, lugar de encuentro para habaneros y turistas, y uno de los sitios más fotografiados de la ciudad.
Además, su ubicación privilegiada lo convierte en un mirador natural: desde la colina, se tiene una vista panorámica de la bahía, la Habana Vieja y parte del Malecón. Es un espacio donde confluyen historia, arte y espiritualidad.
Curiosidades y anécdotas de El Cristo de La Habana
- Los ojos de la escultura fueron diseñados sin pupilas para dar la impresión de movimiento y vida.
- Durante décadas, el monumento fue también un punto de referencia para los marineros que entraban a la bahía.
- Aunque no compite en altura con otros Cristos del mundo, Jilma Madera defendió su proporción: buscaba belleza y armonía con el entorno antes que gigantismo.
El Cristo de La Habana no es solo un símbolo religioso, es parte de la identidad cultural de Cuba, un testigo de momentos políticos cruciales. Una obra que combina arte, espiritualidad y resistencia. Pese al paso de los años y a las tormentas que lo han golpeado, sigue en pie, majestuoso.
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